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Naturaleza y Moda: Impactos medioambientales de la moda rápida. (Parte 1)

Naturaleza y Moda: Impactos medioambientales de la moda rápida. (Parte 1)

Por Beatriz O'Brien

El actual sistema global de producción de vestuario e indumentaria afectan profundamente al medio ambiente de manera integral. Debemos comprender las consecuencias del actuar humano sobre la naturaleza y sobre la vida en el planeta. 

Comencemos definiendo a qué nos referimos cuando hablamos del sistema de Fast Fashion o Moda Rápida que impera en la actualidad: "Moda rápida" es un término que se utiliza para describir un nuevo modelo de negocio de moda acelerada que ha evolucionado desde la década de 1980. Implica un mayor número de nuevas colecciones de moda cada año, entregas rápidas y, a menudo, precios más bajos. Reaccionar rápidamente para ofrecer nuevos productos para satisfacer la demanda de los consumidores es fundamental para este modelo de negocio”. (Reporte Fixing Fashion 2019, House of Commons, Environmental Audit Committee). 

En otras palabras, el sistema de moda rápida se basa en una producción masiva, barata y cada vez más veloz. La carrera entre las grandes corporaciones que operan a través del modelo de moda rápida se encuentra en la logística y el transporte. El ganador será quien llegue antes a las tiendas con las últimas tendencias a la consumidora y consumidores. 

De acuerdo al reporte Pulse of Fashion 2017, se proyecta que el consumo de vestuario y de calzado va a aumentar en un 63%, esto es, de 62 millones de toneladas actualmente a 102 millones en 2030, un equivalente a más de 500 billones de poleras adicionales. 

El modelo de moda rápida se instaló durante la década de los 80s y a partir de entonces se ha ido masificando y acelerando de forma continua. Este proceso ha aumentado la demanda por recursos naturales a límites que en la actualidad son insostenibles. La industria de la moda, independiente de si sus prendas se fabrican con fibras de origen natural o sintético, siempre va a demandar una inmensa cantidad de recursos naturales. 

La industria textil y de vestuario son responsables del consumo de 79 billones de metros cúbicos de agua al año. Esto es suficiente para llenar 32 millones de piscinas de tamaño olímpico. Para 2030 se estima que este consumo se eleve en un 50%. (Fuente: Cifras de Global Fashion Report 2017). El agua utilizada por la industria textil no se consume, en estricto rigor, se contamina. Los procesos productivos de la industria del vestir requieren de enormes cantidades de este recurso las cuales son contaminadas con diversos productos químicos. 

En los procesos de “terminación” de las prendas se utilizan 1.900 químicos diferentes en las fases de teñido, decoloración y fijación, entre otros. Se estima que solo en la etapa de teñido se pueden requerir hasta 150 litros de agua por kilo de tela. Un 20% de toda la contaminación industrial de aguas proviene de esta última fase productiva de la industria de la moda. (Pulse of Fashion 2017, GFA y BCG).

La masificación y aceleración de la industria también afecta nuestros océanos. La fundación Ellen MacArthur, pionera en impulsar la economía circular en la industria de la moda, calcula que un camión de basura plástica entra a los océanos cada minuto. Rápidamente, estos se están transformando en una gran taza de plásticos con efectos devastadores para la vida marina. Nuestros océanos también están resintiendo los aumentos de temperatura de la tierra producto del cambio climático. Al subir la temperatura de la tierra en su conjunto, van perdiendo su oxígeno y las colonias de seres marinos se ven obligados a migrar hacia aguas más frías. Se calcula que si seguimos vertiendo esta cantidad de desechos al mar, para 2050 habrá más plásticos que peces. (Ellen Mac Arthur Foundation, A new Textiles Economy 2019). 

Estas cifras suenan alarmantes porque lo son. La responsabilidad recae sobre todas y todos, es decir; gobiernos, empresas y ciudadanos. La sobreexplotación de recursos naturales nos lleva directo a una catástrofe climática cuyos efectos no podemos cuantificar. Pero podemos tener la certeza que afectará la vida en la tierra en su conjunto, impactando la biodiversidad del planeta y de todas las especies vivas, incluyendo los seres humanos. 

 

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