Por Beatriz O´brien
No se sabe con exactitud cuando los seres humanos domesticaron la planta de la linaza. Al domesticar, nos referimos a dejar atrás su antepasado salvaje y comenzar a cultivarla con diversos fines textiles. En un principio, la linaza, aquella hierba alta que luego conoceremos como lino, se cosechaba con fines alimenticios, específicamente por el alto valor nutritivo del aceite de sus semillas.
El año 2009, en la Caverna de Dzudzuana, situada en lo que es actualmente Georgia, un grupo de arqueólogos descubren las fibras textiles más antiguas tejidas por personas. Estas podrían haberse elaborado hace unos 30,000 años atrás. Si bien los primeros trabajos fueron de cestería, en los cuales las fibras se torcían, entrelazaban y anudaban, esta tecnología primaria se extendió con los siglos a otros artículos como redes de pesca y amarre de carga que permitieron optimizar el recorrido de grandes distancias.
El lino pertenece a la familia de las fibras de tallo junto a él cáñamo, el yute y el ramio. Las fibras pueden medir entre 45 centímetros a 1 metro. Es una fibra de baja elasticidad, pero suave al tacto. El tejido de lino se desempeña extremadamente bien en climas calurosos por su alto grado de absorción de humedad. En términos de uso, las telas de lino se tornan más suaves con el tiempo.
El lino fue un elemento divino en la civilización egipcia. En el proceso de momificación, entendido como la preparación para la otra vida, los cuerpos eran envueltos en vendas de esta fibra que simbolizaban un estado de pureza necesario para su transición. El manejo del tejido era realizado minuciosamente por sacerdotes con resultados extremadamente delicados, complejos y pulcros al mismo tiempo.
En las orillas del Nilo, los egipcios comprendieron los beneficios del cultivo del lino dentro del clima que habitaban. Su producción fue extendido a través de todas las clases sociales y utilizado como bien de intercambio con alto valor comercial y social. La importancia de Egipto en el manejo de lino es tal, que permanecieron como los productores más importantes de esta fibra desde la antigüedad hasta el siglo XIX cuando los europeos comenzaron a trabajarlo de manera industrial.
El tejido de lino mantuvo su importancia a través del mundo antiguo, durante la edad media y en los siglos posteriores. En Europa, junto con la lana, el lino fue la fibra más trabajada y utilizada hasta entrado el siglo XX. Bélgica fue famoso por la calidad de dichos textiles y hacia 1800 los irlandeses lograron producir y exportar telas de lino de prestigio mundial.
El primer paso consta de cosechar la plata de linaza desde la raíz. De esta forma se maximiza el uso de la fibra de todo el tallo. Luego, la fibra se deja secar. A continuación, se lleva a cabo el enriado, que implica dejar las fibras remojando o fermentando donde las bacterias destruyan la parte esponjosa del tallo despejando las fibras. Para lograr este cometido, las plantas deben remojarse un tiempo específico para lograr un resultado óptimo, sin llegar a que se desintegren por completo. Esta etapa del procedimiento expele un característico olor a “podrido” que resulta fuerte y desagradable. Una vez que la planta se encuentra fuera del agua se deja secar nuevamente con el fin de separar la corteza. Por último, viene lo que se conoce como cerda, en la cual el lino se golpea y peina para dejar solo las fibras más largas listas para hilar y finalmente para tejer.
El lino se cultivó en Chile desde la Colonia. Primero, de manera artesanal y entrando al siglo XX de forma industrial. Linos La Unión siempre será recordada por su calidad. El lino fue uno de los textiles favoritos en los hogares nacionales porque es durable en el tiempo y entrega tonos cálidos. Hablamos en pasado ya que, en la actualidad, el lino, al igual que la mayoría de las fibras naturales exceptuando el algodón, se utiliza muy poco y es considerada una fibra de lujo.
Emplazada en la región de Los Ríos, la ciudad de la Unión fue, por cerca de siete décadas el epicentro manufacturero de una economía textil local. El lino era cultivado en la zona a través de un sistema conocido como “préstamos de semillas” en el cual la fábrica entregaba las semillas a los (as) campesinos (as), estos (as) cultivaban, cosechaban y secaban la planta para llevarla a distintos centros de acopio. La estopa se fermenta y cerda para luego ser enviada hacia la ciudad para ser hilada y tejida. Todo un sistema de economía local de lo que hoy se podría llamar del campo a tu ropa, ocurría dentro del mismo territorio, en manos campesinas y obreras.
¿Qué tan sustentable es el lino?
Comencemos con que el lino es de origen vegetal. El impacto medioambiental de las fibras naturales es mayor que el de las fibras químicas o hechas por personas durante el proceso productivo, especialmente en el cultivo que requiere de agua y extensiones de tierra. Sin embargo, es una planta que no necesita de grandes cantidades de agua, pesticidas ni suelos específicos para crecer. Tampoco requiere de tintura, su color natural es ampliamente aceptado por la asociación del lino con los tonos cafés claros, desde el marfil a tonos mas verdes. Una de sus características principales es que es sumamente duradera. Resiste muy bien la exposición al sol por lo cual se puede utilizar en toldos y cortinas.
El lino es una fibra biodegradable e hipoalergénica. Hoy un lujo de pocos, en el pasado el lino fue utilizado por campesinos y faraones por igual. La introducción y masificación de las fibras sintéticas en la industria textil a partir de la década de 1940 fue dejando en el olvido a esta hermosa fibra, junto al resto de las fibras de origen natural a excepción del algodón. A diferencia de los sintéticos, la etapa de uso y descarte de las fibras naturales puede lograr un bajo impacto. Gran parte de esta diferencia pasa por el cuidado que damos a nuestras prendas y como las hacemos durar lo más posible.