Por Camila Alonso
No hay belleza sin verdad, y no hay verdad sin transparencia.
- Carry Sommers
En Chile los años 60´s fueron la “época dorada” de la industria textil nacional; De hecho, este sector representaba el 17,9% de la actividad industrial del país, y cubría el 97% de las necesidades nacionales en 1968.
Sin embargo, la industria nacional se vio afectada por las importaciones masivas y los tratados de libre comercio con Asia, que terminaron por disminuirla considerablemente en relación a la competencia extranjera (BCN, 2019).
Hoy el panorama es muy diferente; casi el 93% es fabricado en países asiáticos, europeos o en países vecinos latinoamericanos; convirtiendo a Chile en el país que más consume ropa per cápita en Sudamérica, pasando en promedio de 13 a 50 prendas nuevas anuales (ICEX, 2019).
Pero, estos cambios en la forma en producir moda, ¿cómo influyen en la sostenibilidad?
Un ejemplo claro y visible es nuestro Desierto de Atacama cubierto de ropa en desuso, el que desde hace meses se ha tomado las portadas de todo el mundo. Transformándose en el reflejo de una industria desechable, de gran escala, que produce productos sin importar el impacto medioambiental y social que genere.
¿“Lo local” podría ser el camino hacia una moda más responsable?
Hace años la búsqueda por hacer las cosas de manera distinta ha ido forjando un camino de activismo; por ello, movimientos como el Slow Fashion, nacen con la intención de desacelerar el ritmo de la industria de la moda, promoviendo producciones a baja o mediana escala, con materiales ambientalmente responsables y donde integra “lo local” como parte de la propuesta a una moda más responsable.
Una producción más cercana tendría como ventajas, reducir considerablemente los costos y la huella de carbono asociada al traslado de las prendas de un extremo del mundo a otro. Además de impulsar el fortalecimiento de la economía de una región, fomentando el desarrollo de su identidad y diversidad cultural; diseñando con técnicas propias y, si se puede, utilizar materiales locales generando fuentes de ingreso para los productores y artesanos.
En Chile son cada vez más las marcas que buscan crear una moda más consciente y diferenciadora; mercado que está emergiendo fuertemente siendo una alternativa al retail.
Es por ello que estas prendas, denominadas de kilómetro cero, posibilitan aumentar el desarrollo de la economía local y disminuir considerablemente la distancia que recorre nuestra ropa antes de ser vendida; y por supuesto reducir los costos ambientales asociados a la distribución de estas prendas; pero si bien es más sustentable que una vestimenta este “Hecha en Chile”, no necesariamente la hace sostenible sino está asociada a un trabajo justo y ético.
Acercar los procesos productivos, no solo ayudaría a que las prendas recorran menos sino que al ser su cadena de valor de un circuito más corto, facilita el trabajo directo con proveedores, pudiendo fiscalizar el cumplimiento de normativas medioambientales y laborales. Dejando en evidencia las condiciones en que trabajan las personas detrás de la confección de la ropa.
Es como cuando se abre una cafetería en el barrio, usualmente conocemos a sus dueños y a quienes trabajan en ella; se forman lazos de confianza entre quien consume y quienes están detrás del proyecto.
Esa es precisamente la gran ventaja de lo local, el poder de la visibilización. No quedando ocultos los procesos ni los nombres de quienes hicieron posible una prenda de vestir. ¡Qué mejor que conocer al diseñador o artesano que hizo tu ropa!
Entendiendo esto, producir local nos entrega 2 grandes ganancias:
Al ser diseñados y producidos cerca, favorecen el conocimiento y seguimiento de los procesos desde su origen, facilitando su trazabilidad. Y a la vez, la transparencia, debido a que las marcas pueden tener una mejor comunicación con sus consumidores, entregándoles información más precisa.
Ahora ¿Se puede producir en Chile?
Si bien ya solo quedan vestigios de una industria textil nacional, sí podríamos hablar de local a nivel regional. Como por ejemplo: Diseñar en Chile, obtener materiales de Perú y confeccionar nuevamente acá. Este tipo de práctica la podemos conocer como nearshoring, trasladar ciertos procesos a países cercanos, donde generalmente comparten fronteras.
O incluso, antes la escasez de materiales, tomar una problemática local, como la de nuestro desierto en una oportunidad. Utilizar esas toneladas de textil en desuso como materia prima para producir localmente. Entregando un valor cultural al diseño, y aportando a una identidad diferenciadora.
Este tipo de prácticas deberían estar reflejadas en un etiquetado honesto, donde no se utilice de mala manera el término “moda sostenible”; ya que conseguir una prenda 100% sustentable es muy difícil.
Preferir local es el primer paso para darle un nuevo significado a nuestro consumo y transformarlo en una práctica mejor y segura. Así que en tu próxima compra, opta por la industria nacional, siempre priorizando la calidad de las prendas, la producción ética y el bajo impacto medioambiental de los materiales. Tu decisión definirá el futuro.
Fuentes:
La evolución de la industria textil en Chile, BCN, Sofía Calvo Foxley, 2019 - https://obtienearchivo.bcn.cl/obtienearchivo?id=repositorio/10221/27906/1/Evolucion_de_la_industria_textil_en_Chile.pdf
El mercado de la moda en Chile, ICEX, 2019 - https://www.paiscircular.cl/wp-content/uploads/2021/10/EstudioICEX.pdf