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Fran Soublette, asesora de imagen y especialista en negocios de moda y comunicación

Fran Soublette, asesora de imagen y especialista en negocios de moda y comunicación

Por Luis Miranda

Fran Soublette “Me di cuenta que lo que más me gusta es empoderar a otras mujeres”

 

Los primeros recuerdos de Francisca Soublette con la moda son en su ciudad de origen, Osorno, donde con poco presupuesto armaba looks que llamaban la atención de sus amigas y entorno. “Me acuerdo que me iba a la calle de la ropa usada con cinco o diez mil pesos de esa época…imagínate, yo estaba en segundo medio… y hacía maravillas”. Saliendo del colegio, se fue a Santiago donde estudió relaciones públicas, siempre teniendo en mente lo que se repetía cada vez que hojeaba las ediciones de revista Paula de su mamá y de su abuela. “Siempre veía las sociales y decía ‘yo ahí voy a salir’”. Una vez titulada, y sin ninguna experiencia, le escribió un mail a la revista donde quería figurar en sus páginas sociales, de Paula le respondieron que estaban buscando a alguien en el área de marketing. “Mandé un mail super motivacional, diciéndoles que la moda era mi pasión. Pasé el proceso de selección hasta llegar a las últimas entrevistas y quedé”. Ahí alcanzó a estar un año, para luego embarcarse en una carrera meteórica en moda, que la tuvo en cargos comerciales de títulos editoriales tan relevantes como GQ, Glamour y Vogue Latinoamérica. Hoy vive en Europa, donde busca prendas para su propia marca, Fran Soublette, la que agota colecciones. Se especializa en negocios y comunicaciones de moda y también copa su agenda con asesorías de estilo a sus clientas y seguidoras. Desde Bélgica, nos concedió esta entrevista donde hablamos de su carrera, su diagnóstico de la moda local y sus proyectos.

 

Desde tus tiempos en Paula, alrededor del 2013, a la fecha, ¿cómo ves que ha mudado la moda local?

Cuando los Ropero Paula se hacían en regiones, yo era la encargada de viajar en representación de la revista. Ahí habían muchas marcas chilenas que estaban comenzando. En esa época, la gente aún no se atrevía, tenían la idea de levantar sus marcas pero seguían una línea muy clásica. Veo como los diseñadores de hoy en día se atreven a más. Han mejorado la calidad, los materiales y han incorporado la arista de la sustentabilidad, que en ese tiempo no era tema. La versatilidad de los diseñadores hoy en día también es palpable. Hoy, hay libertad de expresión a través de los diseños y también los clientes se atreven a más.

 

Ves a ese nicho, a la moda chilena, mejor posicionado, entonces…

Absolutamente. La gente está tomando cada vez mayor conciencia de lo que significa apoyar el diseño local. Siento que antes también era menos accesible en términos de precio, hoy son más competitivos. Ayer leía sobre el trabajo de Maria La Biyux que tiene todo un modelo de negocios asociado a lo social y que ha conseguido llegar a Europa con su oferta; antes eso era muy difícil.

 

Como especialista de negocios de moda y comunicaciones, ¿qué consejo le darías a las marcas locales para seguir desarrollando sus modelos de negocio con éxito?

Nunca perder las raíces. Hay muchas marcas que lo hacen para vender. Hoy en día, estoy trabajando en un proyecto social muy lindo para traer productos de mujeres chilenas a Europa, todavía no puedo contar mucho, pero la idea es buscar prendas, joyas, accesorios, echarpes, artesanías locales de primera selección. Eso hoy en día tiene una connotación muy importante. Ahora que estoy viviendo en Europa lo noto, como la gente busca eso. No perder el origen, crear desde el origen.

 

A pesar de que incluso hay organismos estatales tratando de potenciar la moda local en el extranjero, ¿por qué crees que Chile aún no logra tener una imagen internacional en el contexto moda?

Yo creo que es porque no se le ha dado el espacio. Siento que en Chile hay poco orgullo de las raíces que tenemos. Ahí hay un tope muy importante. Por ejemplo, en México eso es súper potente; se muestran los proyectos que surgen desde las aldeas, de gente que teje, que crea joyas y accesorios muy bonitos que son potenciados como imagen país. Yo creo que ProChile ha hecho un muy buen trabajo en ese sentido, pero también tenemos un asunto de escasez de materias primas, si nos comparamos con Perú, por ejemplo. Estamos geográficamente muy lejos, eso también es un obstáculo.

 

Pasándonos ahora a tu trayectoria, ¿cómo fue trabajar para Vogue Latinoamérica y manejar títulos tan importantes como GQ y Glamour? ¿Qué lecciones sacaste de tu paso por esa experiencia?

Estaba en la Paula aún como Product Manager y me llamaron de Condé Nast. Les dije ‘no, yo estoy súper bien en la Paula’. Me dijeron ven a conocernos y después hablamos. Me llamaron a una entrevista y me gustó la onda, eran todas topísimas, todas regias. Taco alto, moda pura y dura, todas comiendo puras ensaladas. Me gustó y les di el Ok, pero le dije a la que fue mi jefa que algún día quería estar a cargo de Vogue. Me dijo que era bien difícil. Yo era bien chica, tenía 24 años. Estuve un año a cargo de las ventas de publicidad de GQ, después me dieron Glamour también, me empezó a ir muy bien, cumplía siempre las metas. Después me pasaron Vogue para ventas y luego me pidieron que escribiera, despúes me llamaron de Vogue para ayudar en una producción de moda. Ahí seguí de a poco, hasta que desde México quitaron la representación a la persona que estaba a cargo en ese momento de las franquicias de las marcas, y Eva Hughes que era la CEO de México me dijo, a mis 26 años, que me hiciera a cargo de la editorial, me puso al mando del equipo de marketing y del equipo de ventas. Ahí estuve rompiéndola en ventas y producciones, hicimos muchos eventos grandes, colaboraciones con marca y empecé a hacer negociaciones internacionales. Me fue súper bien, hasta que llegó la era digital. En 2018, empezó el tema de las influencers fuerte, fue el año donde el papel tambaleó.

Nos quedamos atrás con las redes sociales y costó vender la publicidad, los clientes empezaban a pedir activaciones digitales. Decidí irme porque ya había tocado techo ahí y no podía crecer más en Chile, la única forma de crecer en Condé Nast era irme a México a vivir, lo cual nunca fue opción para mi. Fueron años maravillosos, donde aprendí un montón.

 

¿Por qué crees que les costó tanto ponerse a tono con la digitalización, considerando todos los recursos y el capital humano que tiene una empresa como Condé Nast?

Es algo que nunca voy a entender. Hasta el día de hoy lo pienso y te juro que no llego a una conclusión. Siento que Latinoamérica no era una prioridad. Las oficinas centrales de Condé Nast están en Londres y desde ahí se manejaba todo. Los presupuestos que nosotros teníamos, los contratos que cerrábamos no eran nada comparado con un Vogue París o Italia. Creo que no nos prestaron la atención suficiente, no nos vieron como un mercado importante.

 

¿Fue en ese momento donde decidiste potenciar tu propia marca personal de ropa y asesorías?

Sí, tuve que tomar una decisión, porque ya me estaba aburriendo, ya había hecho lo que tenía que hacer y aprendido lo que tenía que aprender. Yo soy muy creativa, me encanta desarrollar ideas y ya no podía hacer muchas cosas por el tema de la digitalización. Por otra parte, las chicas de las marcas con las que trabajaba me comenzaron a pedir asesorías para vestirse para eventos, en la buena onda. Ahí me di cuenta que era buena en eso. Antes de dejar Vogue, principios de 2019, me fui a Londres a estudiar un curso de negocios. De ahí, me lancé viajando y de a poco empecé a darle forma a mi marca. La primera colección se vendió en tres semanas, me empezaron a pedir asesorías de imagen y ahí me di cuenta que a mi lo que más me gusta es empoderar a otras mujeres, el ver a otras felices. Viajo mucho buscando piezas únicas y las envío a Chile. Estoy haciendo un curso de sustentabilidad, porque quiero ir hacia allá, hay que hacer cambios. La sustentabilidad hoy en día en el mundo de la moda es demasiado importante, todas las marcas deberíamos aspirar a eso.

 

Dentro de la línea de negocios de Fran Soublette, ¿cuál dirías que son las aristas más sustentables?

Estoy cerrando con Italia, para la temporada Primavera-Verano 2023, una colección sustentable muy bonita, de la que aún no puedo contar mucho. No es fácil, sobre todo ahora por el tema del dólar, cuesta. Mi idea es, de aquí a dos años, vender ropa 100% sustentable. Si no vendo sustentable, me retiro del negocio.

 

¿Con qué otras vallas te has topado en este camino de emprender? ¿Todavía lo consideras como un emprendimiento o ya lo ves como un negocio consolidado?

Yo siempre voy a soñar y querer más. No me puedo quejar de cómo me va, agoto colecciones gracias a Dios. Tampoco puedo decir tengo el imperio Fran Soublette, me encantaría, quiero ir para allá, pero aún falta mucho. Parte de las cosas que me cuestan es cambiar la visión de la mujer chilena en atreverse con el color, con las formas. Hoy en día, tengo una clientela consolidada, pero al principio me costó que se atrevieran, ese fue mi gran problema. Me decían, por ejemplo, cómo me voy a poner un traje de dos piezas fuxia o cómo me voy a poner un pantalón de lentejuelas si no voy a un matrimonio. Me pone muy feliz ver cómo hemos ido evolucionando en la vestimenta, nuestra imagen comunica muchísimo.

 

Por último, tienes un lado espiritual bien desarrollado que no muestras mucho, ¿cómo fue que llegaste a eso? ¿Lo desarrollaste, consideras que es un don? ¿Cómo combinas eso con la moda, son compatibles?

Desde chica que leo el tarot, veía y escuchaba cosas, muy sensible. Me hice la loca durante mucho tiempo. En la Universidad, seguí leyendo el tarot, incluso a gente de la tele que me llamaba para que lo hiciera. Es algo con lo que yo luché mucho tiempo por no tener, porque me sentía muy distinta al resto, sobre todo en este rubro. Lo que entendí es que no necesitas salirte del sistema para sentir. Esto me ayuda mucho, porque yo puedo entender a mis clientas. Es muy divertido, porque hago asesorías de imagen con mis clientas y terminamos haciendo sanaciones espirituales, regresiones, canalizaciones. Es un servicio que no promociono, porque al final las personas que llegan a mi son las que tienen que llegar. No es como vender un pantalón, porque es un trabajo de alma súper importante y no todas las almas están preparadas, porque son procesos fuertes. De repente, me llegan hombres de 50 años, gerentes de bancos, con los que terminamos llegando al meollo de su problema, que es algo que le había pasado a los cinco años. He estado trabajando mucho con mujeres que han sido maltratadas y que han sido abusadas, me llegan mucho de ese tipo de problemas. He tenido que atender a mujeres con el ojo en tinta, que les encanta la moda, pero siempre el cambio viene por dentro. Me sentiría una hipócrita si solamente les cambiara la imagen, pero no ayudo a sanar sus corazones. Puedo decir que, después de mucho trabajo emocional que he hecho por varios años, estoy haciendo lo que realmente mi alma vino a completar a este plano. Cada vez que recibo un mensaje de una clienta que se siente bien, con su corazón en calma, para mi eso es el mejor pago que puedo tener. La espiritualidad es escuchar tu intuición, ser fiel a ti.

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